TRIBUNA: JOHN CARLIN Y CARLOS PIERINI EL PAÍS (Madrid)
¿Hay alguna relación entre el futbolista y el peronismo?
Sí, cuando se eligen entrenadores, presidentes o sistemas de características
populistas, autoritarias y con pocos pies sobre la tierra, el resultado es el
fracaso
JOHN
CARLIN Y CARLOS PIERINI 05/10/2010
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Se
dice con frecuencia que la solución a los problemas de la África subsahariana
es la educación; que los recursos naturales abundan y si solo se pudiera proporcionar
un buen nivel educativo a la gente el continente despegaría. No necesariamente.
Miren el caso de Argentina. Todos los recursos naturales que quieran, una
bajísima densidad de población y, a lo largo de la mayor parte del siglo XX,
índices escolares que no han tenido nada que envidiar a Europa occidental. Pero
hoy, en un país que hace 100 años era uno de los 10 más ricos del mundo, la
tercera parte de los recién nacidos están condenados a crecer en la pobreza, si
es que logran crecer. Ocho niños menores de cinco años mueren al día debido a
la desnutrición en un país que debería ser, como hace tiempo fue, el granero
del mundo. Semejante aberración florece en un contexto político en el que a lo
largo de más de medio siglo juntas militares han alternado el poder con
Gobiernos populistas, corruptos o incompetentes. El actual Gobierno peronista
de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (como el anterior, de su marido
Néstor Kirchner) es más afín al de Hugo Chávez en Venezuela o al de Daniel
Ortega en Nicaragua que a los Gobiernos pragmáticos y serios de Brasil, Chile o
el vecino Uruguay donde, por cierto, hoy se consume más carne per cápita que en
Argentina. ¿Dónde ha quedado la famosa Justicia Social proclamada hasta el
cansancio por el peronismo que ha gobernado la mayor parte del período
democrático instaurado en 1983? ¿Cuál es el problema?
El
punto de partida es la negación de la realidad. Este es el terreno en el que
opera Maradona
El
problema es Diego Maradona. O, para ser más precisos, lo encarna, como símbolo,
Maradona, el "Diez", "el Dios Argentino", el ídolo nacional
por goleada. La idolatría a los líderes redentores, el culto a la viveza y (su
hermano gemelo) el desprecio por la ética del trabajo, el narcisismo, la fe en
las soluciones mágicas, el impulso a exculparse achacando los males a otros, el
fantochismo son características que no definen a todos los argentinos, pero que
Maradona representa en caricatura payasesca y que la mayoría de la población,
aquella misma incapaz de perder la fe en el peronismo, aplaude no con risas
sino con perversa seriedad. El punto de partida es la negación de la realidad.
Este es el terreno en el que opera Maradona y en el que su legión de devotos se
adentra -como por ejemplo los 20.000 que fueron al aeropuerto de Ezeiza para
darle las gracias tras la desastrosa actuación en el Mundial de Sudáfrica- para
adorarle.
Esos
mismos que disfrutaban como locos con las grotescas actitudes y dichos del
ídolo -"¡que la chupen!"- fueron en manada a vitorearlo al llegar a
Buenos Aires después de la goleada de 4-0 que Alemania le propinó, expulsando a
su selección del Mundial. Presos de la nostalgia, no olvidan nunca que "ÉL"
hizo el famoso gol con la "mano de Dios"; o sea que su mano y la mano
de Dios son la misma mano. "EL" es uno con "DIOS". La
manada entonces, mientras grita para adentro, "¡Si estamos unidos a Dios
Maradona compartiremos toda su gloria!", grita para afuera:
Maradooooooona, Maradooooooona. Y no olvidemos el dicho nacional, al mismo
tiempo jocoso y lleno de convicción, "¡Dios es argentino!".
Diego
Maradona fue un monumental jugador de fútbol. Pero la fama justificada no da
títulos, ni derechos, ni conocimientos para opinar con absoluta certeza acerca
de casi todo y al mismo tiempo desautorizar a todo aquel que no esté de acuerdo
con sus ideas. En Argentina, mientras avergonzaba a algunos, hacía gritar de
entusiasmo a muchos más. Creían, orgullosos, que unidos al " ídolo"
todo el mundo "se la chupaba". En realidad el que se ha chupado todo,
desde alcohol hasta cocaína, ha sido Maradona. Nadie lo acusa ni lo maltrata
por su triste enfermedad. Solo se trata de señalar su soberbia desconsiderada,
de carácter profundamente narcisista, base de sus penosas afecciones del alma,
metáfora de la patología crónica de un país.
Hace
15 días Maradona dio su primera entrevista desde la debacle de Sudáfrica. El ex
director técnico de la selección argentina, al que se le oyó diciendo minutos
antes de aquel partido que su equipo iba a dar una lección de fútbol a los
alemanes, no ofreció ni análisis, ni explicación por la derrota, salvo decir
que el portero alemán estuvo "muy seguro" y después del 2-0 "nos
vinimos abajo". Con un poco de suerte (la magia de la suerte lo abandonó,
¿el otro Dios estaba en su contra?) el partido se hubiera ganado. Culpa por el
desastre no aceptó ninguna.
En
cuanto a la victoria argentina 4-1 el mes pasado contra el campeón del mundo,
España, bajo el mando de un nuevo seleccionador, confesó que prefirió no ver el
partido. Claro. Porque ver aquel partido hubiera significado chocarse con la
realidad y arriesgar salir del autoengaño enfermizo que le permitió afirmar en
la misma entrevista que -avalado por el ex presidente Néstor Kirchner, que en
una reunión la semana pasada le "felicitó" por el Mundial- él seguía
siendo el candidato idóneo para dirigir la selección. "Daría la
vida", dijo, "daría un brazo" por recuperar el puesto.
El
fracaso de Maradona en el Mundial fue el espejo del fracaso de Argentina como
país. Por un lado, una falta de rigor y humildad en la planificación; por otro,
un derroche de los recursos disponibles. Talento sobraba, salvo que por
amiguismo, ceguera, populismo patriotero o sencilla idiotez Maradona decidió no
convocar a la mitad de los mejores; no solo no explotó los recursos que tenía,
no los quiso ni ver. El nuevo seleccionador, Sergio Batista, puso en el campo
contra España a cuatro jugadores básicos que Maradona ni siquiera había
convocado para Sudáfrica y lo que se vio fue un equipo sólido que hubiera
sabido competir contra Alemania, como contra cualquiera en el Mundial. Es
decir, el sentido común existe en Argentina; solo que demasiadas veces,
obliterado por la luz maradoniana, brilla por su ausencia.
En el
sistema maradoniano solamente brilla la ilusión. Dentro de este sistema de
pensamiento las cosas terminan no teniendo ni pies ni cabeza. Resultado:
fracaso en la vida y arrastrando en el fracaso, en este caso, a la selección
argentina, pero también se puede arrastrar a toda una nación. Recorriendo la
historia del siglo XX sabemos la potencia destructiva de la ilusión cuando no
es contrabalanceada por la realidad terrenal, nunca tan agradable ella como los
espejismos de la ficción.
Cuando
llevados por la fantasía se eligen directores técnicos o presidentes o sistemas
de características populistas, autoritarios y antidemocráticos, con pocos pies
sobre la tierra, el resultado inevitable es el fracaso. Un director técnico que
no tiene ni ha tenido capacidad para manejar su vida, que además no es director
técnico (por preparación) y por lo tanto al titularse así toma las
características de un impostor, tuvo como resultado el descalabro de la
selección argentina. Puede ocurrir nuevamente algo similar con la Argentina
misma si los directores técnicos, léase la pareja que lleva siete años en el
poder, siguen el camino compulsivamente repetitivo de la tergiversación
permanente de la realidad. El endiosamiento de seres Ídolos-Dioses a los que no
se debe criticar, como a Perón, Evita, Maradona, Cristina Fernández o Néstor
Kirchner, intocables seres sin errores, lleva al fracaso reiterativo y doloroso
que arrastra a millones de argentinos al sufrimiento. El granero del mundo se
va convirtiendo en un país lleno además de granos de pústulas creadas por el
sistema: fracaso, pobreza, desnutrición, inseguridad, criminalidad, destrucción
de las instituciones, ataque permanente a la prensa opositora, ataque a la ley,
destrucción de la educación (eso también) y llegamos entonces a que la fantasía
de ser un pueblo "protegido" por los Dioses cae en una triste y
ridícula realidad.
Las
sociedades propensas a alimentar estas ilusiones, caen en la seducción
hipnótica de líderes de estas características. Son sociedades cerradas, como
dice Karl Popper, con un fuerte carácter autoritario, convicciones inamovibles
y preponderancia al pensamiento mágico. En estos casos el horizonte de
expectativas está absolutamente distorsionado por las ilusiones y las
consecuencias se traducen en un sinnúmero de fracasos compulsivamente
repetitivos. Decía Albert Einstein que la locura era repetir lo mismo una y
otra vez, esperando diferentes resultados. Eso es lo que propone Maradona al
reafirmar su derecho a dirigir la selección de fútbol. Al apoyar su
estrambótica candidatura, los Kirchner, eso sí, están siendo consecuentes.
Ellos también piden, pese al fracaso mundialista de su gestión, como el de los
regímenes peronistas que los precedieron, que se prolongue su dinastía en las
elecciones generales del año que viene. Es probable que lo consigan. Sería la
victoria del pensamiento mágico maradoniano, sobre el que el sol de la bandera
argentina nunca se pone.
John
Carlin, periodista, vivió 10 años en
Argentina; Carlos Pierini trabaja como médico psicoanalista en
Buenos Aires.
EL BLOG OPINA
¡Qué tristeza...!!! Lamentablemente más claro no canta un gallo. La tesis de que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, encaja a la perfección. Maradona no es otra cosa que el espejo de las 3/4 partes de los argentinos y así continuará siendo mientras la arrogancia y la fatuidad estén por encima de la dignidad y el decoro...