120 años a pura espuma
En 1890, Otto Bemberg tiró el primer chopp de cerveza Quilmes. Nacía una bebida que se convirtió en emblema de las mesas argentinas
Sábado 6 de noviembre de 2010 | Publicado en edición impresa REVISTA LA NACIÓN
La antigua Cervecería Quilmes |
Existió en barriles y en damajuanas. Hoy tirada, en porrón, lata o botella de litro, jamás falta en una reunión de amigos. Si es con pizza, mejor.
Hace más de 250 años que la cerveza llegó a Buenos Aires; fue de la mano de los ingleses Thomas Stuart y Thomas Ilson, y nada menos que a Retiro, donde en 1742 instalaron el primer local cervecero. Aunque ya los conquistadores españoles daban cuenta de que entre los pueblos aborígenes había una bebida elaborada a partir del maíz o la mandioca.
Hacia 1844, el establecimiento de Retiro tuvo nuevos dueños (el sargento alemán Adolfo Bullrich y su socio, Carlos Ziegler), que relanzaron la cervecería. La Gaceta Mercantil se hacía eco y mostraba las primeras publicidades del sector.
Gracias a Luis Pasteur, que investigó cómo controlar la fermentación y descubrió los microorganismos (levaduras) que intervienen en el proceso, a mediados del siglo XIX ya se pudo pasteurizar y hacerla así más duradera.
Allá por 1855 fue tiempo de Emilio Bieckert, que luego de trabajar en la cervecería Santa Rosa abrió una en Chile y luego otra en Buenos Aires.
Treinta y tres años más tarde, Otto Peter Friederich Bemberg creó la sociedad anónima Brasserie Argentina y comenzó la construcción de la fábrica Quilmes. Hace 120 años, tiraba el primer chopp de cerveza desde la localidad que hoy hace de la fábrica un emblema.
Preferida por extranjeros hasta fines del siglo XIX, el gusto de los argentinos ha cambiado: aunque estamos lejos del consumo anual que se registra en Venezuela (95 litros per cápita), en Brasil (58) y en México (61), hay una curva ascendente. Mientras que en 1999 tomábamos 35 litros per cápita, diez años más tarde consumíamos 44.
ETAPAS DEL PROCESO
Malteado La cebada (grano) se transforma en malta.
Producción del mosto Ya seca y malteada, la cebada se mezcla con agua caliente. Se logra el mosto y se hierve. Aparece entonces la mano del maestro cervecero, que define el color y sabor, y agrega el lúpulo, que le dará los aromas y el amargor.
Fermentación Tras clarificar el mosto y dejarlo enfriar se le añaden las levaduras. Luego se deja madurar cada cerveza durante semanas hasta alcanzar el balance óptimo de sabor, de acuerdo con la receta.
Filtración Se eliminan los sólidos que quedan luego de la fermentación y maduración para obtener el líquido brillante y luminoso, la cerveza.
Fuente: Quilmes y Cámara de la Industria Cervecera Argentina