CLARÍN OPINIÓN EL PERSONAJE
POR MARCELO BIRMAJER
27/12/13
La novela Rebelión en la Granja es, junto con
1984 –ambas del escritor inglés George Orwell–, el relato más impiadoso, ácido
y certero, desde la ficción, sobre el fracaso de la revolución soviética de
1917, y sobre los procesos revolucionarios de inspiración marxista del siglo XX
en general. El poder ejemplificador del relato supera su época, las
condiciones históricas del momento en que fue escrito, y acaba describiendo
críticamente comportamientos humanos de todo tiempo y lugar, previos y
posteriores, independientemente de jerarquías o regímenes.
Orwell presentó Rebelión en la Granja por primera vez
en 1944, pero fue rechazada por lo menos por cuatro editores: con la Segunda Guerra
Mundial en curso, una sátira contra el stalinismo, por entonces admirado
aliado de Inglaterra, resultaba incómoda. Incluso en 1945, cuando finalmente se
publicó, el sentido común académico e intelectual de esa época británica
recibió la novela con más suspicacia y disgusto que generosidad. Recordemos que
era la Gran Bretaña que
nutrió a espías prosoviéticos como Philby, o sus pares de Oxford. Buena parte
de los sinsabores que Orwell debió atravesar antes y después de la publicación
de Animal Farm (tal el título original en inglés), los revela en un
prólogo inédito, que sólo se conoció póstumamente en 1971.
Desde tan lejos, este hombre que vivió sólo 47
años, nos permite recorrer la actual realidad argentina. En su fábula, los
cerdos toman el poder en la granja y expulsan al señor Jones, que los
explotaba sin miramientos. Los cerdos aseguran que a partir de ese instante
trabajarán todos por igual y repartirán equitativamente las ganancias. Pero muy
pronto surgen las diferencias entre el cerdo dominante, Napoleón; y el cerdo
encargado del planeamiento, Snowall. Napoleón consigue que los perros persigan
a Snowall hasta más allá de los límites de la granja, de donde no regresará
nunca.
Sin embargo, su figura resultará más protagónica en
su ausencia, pues Napoleón le atribuirá las culpas de cualquier deficiencia del
régimen animal: si el molino se quema, fue Snowall.
Si hay sequía, es culpa de Snowall. Si la leche se
corta, fue Snowall. Si es evidente la desigualdad entre los cerdos y el resto
de los animales, es un efecto provocado por Snowall. Las similitudes sobran con
el modo en que el kirchnerismo gobernante ha elegido sus Snowall para
achacarles cada trastada fruto de su propia ineficiencia, mala fe o mala
suerte.
Los Snowall de Néstor y Cristina alguna vez se
llaman Menem, en cuyas filas reportaron alegremente buena parte de
nuestros actuales antimenemistas en el poder; De la Rúa , en cuyas filas también
reportaron tantos hiperkirchneristas contemporáneos, como Gustavo López o
Carlos Raimundi; y el sempiterno Sno-wall todo terreno, el dictador Jorge
Rafael Videla, que tanto permite fingir heroísmo retroactivo a kirchneristas
que hicieron silencio entre el 76 y el 82, y trataron de amnistiarlo en el 83
con Luder; como inventar complicidades a medida para disidentes actuales del
kirchnerismo.
Si hay apagones, si hay inflación, si hay
inseguridad, si hay persecución a la prensa; Snowall Menem, Snowall De la Rúa , Snowall Videla vienen
simbólicamente al rescate: dejaron una herencia envenenada e ineludible; actúan
a control remoto desde el pasado; lo hicieron mucho peor: ¿cómo te vas a
atrever a quejarte porque te mandan la
AFIP por pensar distinto si Videla te mandaba matar?
Las alegorías implacables de Orwell que funcionan
en nuestro país no se acaban en Snowall. Los cerdos comienzan por repartir
manzanas para todos los animales; pero luego se permiten mezclarlas,
exclusivamente para ellos, con leche. Luego restringen cada vez más bienes para
el resto de los animales, con el argumento de que es imprescindible limitar
el consumo para que alcance para todos. Pero los cerdos no dejan de
mezclar sus manzanas con leche, ni de incrementar sus beneficios.
Muchos argentinos se han preguntado en los últimos
años si efectivamente sus dificultades para adquirir dólares legalmente para
viajar, ya sea por trabajo o por placer, han redituado en una mayor capacidad de
acumular divisas en el Banco Central. Lo contrario ha resultado penosamente
cierto: no sólo los dólares se han evaporado con una velocidad alarmante, sino
que una clase privilegiada, compuesta exclusivamente por la dirigencia
kirchnerista, tiene acceso directo e ilimitado al dólar, sin atravesar ninguno
de los incordios que padece el resto de los argentinos. El verdugo de los
viajeros, Guillermo Moreno, ha partido recientemente, como si se tratara de una
burla, a vivir su exilio dorado en Italia. El azote de la inflación no afecta a
la camarilla kirchnerista: en el comedor de la Casa Rosada los
precios no sólo no aumentan, cuesta 3 pesos el menú completo. Ignoro si
incluye manzanas mezcladas con leche.
En Rebelión en la Granja , la casta de los
cerdos acaba explotando a sus colegas animales peor que lo hacía el dueño
humano, precisamente porque los protege un discurso del que señor Jones
carecía: nosotros lo hacemos por vuestro bien. La inflación, el hambre, la
inseguridad, el autoritarismo, es parte de un plan benigno, que en parte se
justifica por el duro trance que debemos atravesar para llegar a la
felicidad absoluta. Pero mucho más por culpa de Snowall Videla, y por los
Snowall Menem y De la Rúa ,
con los cuales, olvídenlo, estuvimos ligeramente complicados.
En Rebelión en la Granja , los animales
comienzan su rebelión triunfante con siete mandamientos: todo lo que camina
sobre dos pies es un enemigo; todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga
alas, es amigo; ningún animal usará ropa; ningún animal dormirá en una cama;
ningún animal beberá alcohol; ningún animal matará a otro animal; todos los
animales son iguales Pero con el correr de los días, los cerdos cambian
los mandamientos sin aviso, imperceptiblemente: Ningún animal dormirá en una
cama con sábanas ; ningún animal beberá alcohol en exceso ;
ningún animal matará a otro animal sin motivo . Hasta eliminar
finalmente los siete mandamientos.
La adulteración del pasado es una malsana forma de
corrupción. Las novelas clásicas, como lo es Rebelión en la Granja , cumplen un papel
redentor: el de conservar el pasado, relacionado con el sentido más profundo de
nuestras miserias y méritos. En ese contacto intenso, que la literatura permite
y auspicia, podemos también atravesar las cortinas de humo de la propaganda y
los hipócritas discursos filantrópicos, para conectar con nuestro pasado
directo, que sigue vigente en los libros, los diarios, los programas de
televisión, con nombres y fechas, con historias y frases célebres, a nuestra
disposición, esperando sólo nuestra actitud orwelliana de no dejarnos someter
por el falso sentido común de una época.
EL BLOG OPINA
Una novela, un documento, un manifiesto de una precisa actualidad y vigencia, que perdurará mientras existan las corruptelas sociales y políticas que desde las más remotas épocas se sustentaron en el engaño, la manipulación, la ignorancia de los pueblos. El enfoque que da el autor de la presente nota aborda la corrupción política argentina, que ha ido de mal en peor y aún no acaba, ni se vislumbra la menor esperanza. El texto puede emplearse como modelo para indicar similitudes con otros países de homólogos regímenes, que pululan en la región; bastaría solo con cambiar los nombres de los protagonistas, todos cojean del mismo lado...