Serie ¿A donde vas Argentina?
Martin-Miguel Rubio Esteban |
28 abr 2012 |
Diario Español República Constitucional
Qué pecados han
cometido los argentinos para que les gobiernen payasos y payasas desde hace ya
ochenta años? El pueblo más europeo de América del Sur, con la nómina de
escritores, pensadores, artistas y científicos más abultada, tiene una payasa
como Presidenta de la República. La genialidad de la sociedad civil argentina,
uno de los depósitos nacionales de mayor inteligencia humanística y científica
del mundo, para nada compagina con su chata sociedad política. Su sumisión al
justicialismo casposo, espectacular aventurerismo político de raíces fascistas,
vano, apasionado, inquieto, retórico, ladrón, banalmente violento y
autoritario, centón ideológico que se engaña a sí mismo con grandiosos
proyectos e impracticables cruzadas, no le ha dejado percibir el hecho de que
lo esencial es seguir la política pacífica y prudente de antes de Perón. Aquí
el apetito por la estética de un gesto frenético y el ansia incontenible de
robo se tragan el sentido común de la política económica. No les basta a los
gobiernos de La Plata con robar a su patriótico pueblo, y comienzan a robar a
los forasteros.
Borges contaba un chiste porteño, antiteológico, a Bioy Casares, en la época en
que Perón le había nombrado para despreciarlo “Director general de abonos de
origen avícola”, en que decía que en el principio de los tiempos, cuando Dios
Todopoderoso andaba con ayuda de San Pedro – un san Pedro anterior al San Pedro
mortal – distribuyendo las riquezas naturales entre todos los futuros países de
la Tierra, al llegar el turno a la Argentina el Altísimo concedió con
abundancia desmedida y pantagruélica a esta Nación petróleo, oro, plata, cobre,
antimonio, azufre, amianto, manganeso, wolframio, mármol, pórfido, alabastro,
ónix, granito, hierro, mercurio, níquel, plomo, carbón, lignito, pesca, vacas,
caballos, ovejas, cabras, cerdos, lino, maíz, patatas, tabaco, trigo, aceite,
alfalfa, árboles frutales, madera, caña de azúcar, viñas, legumbres, hierba
mate, mandioca, algodón, arroz, centeno, café y mil cosas más. Hasta tal punto
que el propio San Pedro, picado por una posible desigualdad que estaba
introduciendo quizás en el mundo la Divina Providencia, se atrevió a decir a
Dios:
-
Creo, Altísimo, que os estáis pasando con los tesoros que concedéis a este
país.
-
No lo creas, Pedro. Aún no he puesto a sus gobernantes.
Diríase que el
profeta Isaías pensaba en Argentina cuando afirmaba: “Tus príncipes son
rebeldes, y colegas de ladrones; cada uno ama el soborno y persigue dádivas”.
Y, desde luego la actual Presidenta, payasa donde las haya, está confirmando el
triste chiste borgiano.
Nos apena especialmente a los españoles, que tanto debemos a Argentina
inmediatamente después de nuestra Guerra Civil, que el rumbo político de
Argentina se halle desde ya hace mucho desnortado. El país que nos ayudó a
salir del hambre de los Años 40, apenas puede dar de comer a sus habitantes en
medio de un paraíso de leche y miel.
Desde el año 1930 en que el general José Félix Uriburu usurpó el poder,
desalojando al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, Argentina ha estado
gobernada por asesinos, incapaces, visionarios o sencillamente payasos. En
junio de 1966, el radical Arturo Ilía, que había ganado las elecciones de 1963,
fue derribado por un golpe militar encabezado por el general Juan Carlos
Onganía, cuyo sello sombrío ha contagiado desde entonces todo el poder político
argentino, y que se singularizó durante cuatro años por la represión que
ejerció contra estudiantes y obreros.
En un acto de buena voluntad el gobierno de Lanusse permitió que Juan Domingo
Perón visitara Buenos Aires en noviembre de 1972, aunque impidió la realización
de actos públicos. No obstante, miles de personas acudieron a las cercanías del
aeropuerto de Azeiza para recibir a Perón, que no pisaba suelo argentino desde
el 19 de septiembre de 1955, fecha en que se había asilado en una cañonera
paraguaya para huir como un conejo del país. En Argentina se había proclamado
el “ballotage” como sistema electoral, por si ninguno de los candidatos obtenía
la mayoría absoluta en la primera vuelta, como ocurrió realmente, Cámpora y
Balbín, lo representantes más votados, quedaron , en consecuencia, para la
segunda vuelta, en que ganó el siervo de Perón. Dos meses después de haber
asumido la presidencia, Cámpora – ante el estupor de los que no estaban en el
juego – decidió renunciar a su cargo, a fin de que Juan Domingo Perón se
hiciese con el poder junto a su nueva compañera María Estela Martínez de Perón.
La muerte del líder llevó al poder a la incapaz de su mujer, y la influencia de
López Rega se hizo cada vez más notoria con la creación a partir de los
militantes justicialistas de grupos armados que terminaron por llamarse Alianza
Anticomunista Argentina, o Triple A, y su acción se hizo cada vez más
flagrante. La Argentina empezó a vivir una verdadera guerra civil soterrada que
tuvo su cumbre en el golpe militar encabezado por el general Jorge Rafael
Videla. Una frase del gobernador de Buenos Aires, Ibérico Saint-Jean, que había
sido íntimo colaborador de Onganía, resumió la que iba a ser la filosofía del
régimen: “Primero vamos a matar a todos los subversivos; después, a sus
colaboradores; después, a los simpatizantes; después, a los indiferentes y, por
último a los tímidos”. Desde luego, todo una gran aportación política de
Argentina a la filosofía moral. Gran número de escritores y científicos fueron
encarcelados o asesinados. A comienzos de 1977 el físico nuclear argentino
Máximo Victoria señalaba que “un millón de argentinos se encuentran fuera del
país y, lo que es más grave aún, se calcula que entre un 40 y un 50% de los
científicos, investigadores y profesionales con que cuenta la Argentina han
emigrado”. Y es evidente que aún no han vuelto. También el escritor Rodolfo
Walsh, en una carta que hizo pública antes de que lo secuestraran y asesinaran,
daba cuenta del clima represivo y atroz que se vivía en la Argentina en todos
los órdenes de la vida nacional. Los militares llegaron a corromper a todos los
partidos argentinos hasta el tuétano, incluido el Partido Comunista, que ya
estaban en general bastantes corrompidos con anterioridad.
Con la Democracia renovada llegó Raúl Ricardo Alfonsín, que sin ser un genio
fue sin duda un buen demócrata y un hombre honesto – que ya es un milagro entre
la clase política argentina -. A éste le sucedió Carlos Saúl Menem, una
perfecta imagen de “leno” o rufián porteño que llevó a Argentina al
“corralito”, otra gran aportación de la hermana andina a la Historia de la
Economía. Fernando de la Rúa fue un digno intervalo entre payasos. Néstor
Kirchner fue el perfecto paradigma de la demagogia malvada con una corrupción
sistemática y unas prácticas pseudofascistas. Y naturalmente Cristina Fernández
de Kirchner es una buena esposa de Néstor.
Argentina debería, además, recordar que Aznar le prestó mil millones de dólares
en el peor momento del “corralito”, e hizo un viaje urgente al despacho del
Director General de F.M.I. para que se relajase la presión y acoso contra la malherida
Argentina. La Sra. Kirchner, bien se ve, lo ha debido olvidar ya. O no lo sabe,
que es very absent-minded.
Mas quebrará Yahveh la verga de los malvados, el cetro de los dominadores, que
hería a los pueblos con furor, golpeando sin descanso.
Martin Miguel Rubio
EL BLOG OPINA
Triste verdad de la Argentina. Vamos de mal en peor y difícilmente se saldrá de esta pesadilla, que cada vez más, se complica. Los pueblos son los artífices de su destino. El pueblo argentino ha creado sus propios límites de acuerdo a su poca ambición, su cachaza y desidia. A la "payasa" (su aspecto lo confirma) nadie le quita su legitimidad. Arrasó en las últimas elecciones. Ningún político de la oposición fue capaz de derrotarla, a pesar de su vacuidad y simpleza.