La historia del poblamiento indígena de la Patagonia es todavía tan imprecisa como la de su concepto como región. Hoy no queda un solo tehuelche puro; la lengua tehuelche septentrional se extinguió en 1960 y queda una decena de hablantes de la meridional. Ninguno de la ona..., cinco o seis -sólo mujeres!- yámanas hablantes; una treintena de alacalufes. Unos 250.000 parlantes de araucano en Chile y 20.000 en la Argentina, con absoluta probabilidad todos portadores de genes blancos...).
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Rodolfo Casaquimela sintetiza en este texto de divulgación científica sus investigaciones acerca del poblamiento indígena de la Patagonia, una de sus especialidades. Escrito originalmente para el libro "Patagonie, une tempete d'imaginaire" (Patagonia, una tempestad de la imaginación) que fue publicado en francés por Editorial Autrement, permanece inédito en libro en castellano, aunque fue publicado en Confines, primera época. El texto constituye un acercamiento de primer nivel al proceso de poblamiento patagónico, siempre controvertido y sujeto a polémicas.
Parte
1 / El Nombre
Como California, nombre que deriva de Calaifa la Reyna de las Amazonas,
Patagonia deriva de Patagón, siendo ambos personajes de la mitología folklórica
española de la época, difundida en América a través de las novelas de caballería,
lectura obligada de las tripulaciones de las carabelas en los interminables
viajes transoceánicos.
"Patagonia", "Estrecho de los
Patagones", vía de agua que la separa de Tierra del Fuego, son topónimos
nacidos del primer contacto de los europeos con el finis terrae americano: la
visita de Hernando Magallanes en su periplo pionero de circunvalación del
planeta. En homenaje a su hazaña, el Estrecho de los Patagones había de recibir
su nombre; no la porción continental, que retuvo el suyo de Patagonia,
alimentado precisamente por la seducción del mito.
El primer mito europeo que arribó a la Patagonia, el de los
"gigantes patagones", hombres de colosales corpulencia y estatura:
"Patagonum Regio ubi incole sunt Gigantes 9,8 ad summun 10 pedes long"
(Pieter Keer, 1598)..., y que había de arrastrarse hasta el siglo XVIII. Sólo
sobrepasado en longevidad por el segundo, contemporáneo con él, aquel de la
"Ciudad de los Césares", exportado desde el Río de la Plata; a partir
-quizá - del viaje del capitán Francisco César a "tierra adentro" en
1528.
Si el otro se
refería a los indígenas de la Patagonia continental, hoy llamados
"tehuelches" éste tenía como protagonistas a europeos, habitantes de
una ciudad fundada por españoles extraviados, que habrían alcanzado la
inmortalidad, y en que todo era de oro y plata.
Patagonia
("la Patagonia" prefieren decir sus habitantes) es hoy una región
natural; pobladores y geógrafos convienen en ello. La pregunta es ¨cuál?.
Al pasar nos hemos referido a una continental -por oposición, por ende, a otra
insular; esto es Tierra del Fuego.
Con otro enfoque, tomado ahora como referencia el eje, de sentido meridiano, de
la cordillera de los Andes, se habla de una Patagonia Oriental o en sentido
estricto, por oposición a otra Occidental...
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Indios Tehuelches |
Pero no son simétricas: si, de Sur
a Norte, ambos conceptos comparten la faja andina hasta grosso modo los 41°,
por el lado oriental se continúa, en la porción extra-andina adyacente, hasta
los 36°. Su límite septentrional está conformado por los r¡os
Barrancas-Colorado.(En sentido estrictísimo, dicho límite sería el de los
cursos Limay-Negro). En tanto, por el lado occidental, la Patagonia sólo
alcanza el océano Pacífico -en el concepto de los geógrafos chilenos- entre el
Estrecho y los 46° 30', es decir la península de Taitao: se trata del islario
de la "Patagonia Occidental" de aquellos (nosotros agregaríamos
"por excelencia").
Y en cuanto a la "Patagonia por excelencia", es
decir la que piensan la mayoría de los visitantes, se circunscribe a la
Oriental extra-andina, la "Meseta patagónica", una serie de planos,
interrumpidos por serranías de diverso origen y conformación, que descienden
desde los 1500 metros
en la cordillera de Los Andes hasta enfrentar al Atlántico, con cotas diversas,
sin -en términos generales- la antesala de una faja propiamente litoral. Es el
dominio del viento, casi permanente, huracanado a ratos; de los grandes
contrastes térmicos (+35° a –35°cent¡grados) en el centro de su continentalidad,
de la formación fitogeográfica de la estepa; del "avestruz petiza" y
el guanaco, las solas presas dignas de las flechas y boleadoras de los
tehuelches históricos.
Parte
3 / El Poblamiento
Indígena
La historia del
poblamiento indígena de la Patagonia es todavía tan imprecisa como la de su
concepto como región.
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Indios Mapuches |
Los Cazadores especializados
Comenzando por los aludidos tehuelches (patagones) la suya
comenzó por el arribo, a fines del Pleistoceno, de bandas de cazadores
paleolíticos, de jabalina, provenientes de Asia vía América del Norte, en pos
de presas mayores como el mastodonte y el caballo americano, extinguidas hoy,
en buena medida tal vez debido a su propia actividad cinegética.
Para alcanzar el fondo de la Patagonia -por vía continental-tanto las presas
dichas -también asiático-norteamericanas- como sus cazadores debieron atravesar
verdaderos filtros, constituidos alternativamente por travesías -grandes
extensiones desérticas sin agua- y poderosos cursos de agua, como el Limay-Negro
y el Santa Cruz. Hablamos de "filtros compuestos" en los casos en que
ambos tipos de filtros se superponen, como en el sistema Colorado-Travesía
entrerriana-Negro, o Chubut-Senguerr-Travesía litoral atlántica.
Precisamente son estos filtros, cuasi barreras, los que
condicionaron la verdadera estratificación étnica de la Patagonia
continental, en lo que a estos cazadores especializados respecta.
Basado en coherencias somáticas y culturales -a partir de lo
lingüistico-, un etnólogo patagónico, Federico Escalada, propuso en su momento
el rótulo de "Complejo Tehuelche" para englobar a sus representantes
históricos, sí que con la inclusión de los grupos de cazadores de la isla
Grande de Tierra del Fuego: Los onas.
Actualizada y pulida por nosotros, la proposición sería la del siguiente
cuadro:
Isla Grande de Tierra del
Fuego
.Onas
Del Sureste ("Haus")
.Del
Centro-Sur (Silknam=shelknam)
.Del
Norte (Manekenk)
.
Australes (Aonikenk)
Complejo tehuelche
(Entre el estrecho de Magallanes Tehuelche y el río Santa Cruz)
.Meridionales
.Boreales
(Tewsen)
Patagonia
Continental
(Entre el río Santa Cruz (Oriental) y el río Chubut)
.Tehuelches
Australes (Guanna künna)
(Entre el río Chubut y
los ríos Limay -
Negro)
.Septentrionales
.Boreales
.(Al
Norte de los ríos Limay-Negro)
.Véanse
los comentarios que siguen
Parte
4 / Comentarios
El
primero es que en lo que a la aparente unidad somática se refiere, entre otros,
a los rasgos compartidos de alta estatura y gran corpulencia -que precisamente
alimentaron el mito de los "gigantes patagones"- hay que sumar la
morfología y robustez del cráneo, dolicocéfalo (como en todos los biotipos
antiguos de América). Con ellos, los antropólogos físicos clásicos
distinguieron la "raza Patagónida o Pámpida".
A estar con uno de ellos (Marcelo Bormida), sin embargo, al
Sur del filtro-compuesto de los ríos Chubut-Senguerr-travesía litoral, el
aporte de genes de otra entidad racial -la "Fuéguida"- introdujo
elementos de diferenciación, apenas visibles para el lego, con lo que se podría
hablar de dos subtipos de la raza Pámpida, al Norte y al Sur, respectivamente,
de dicho filtro. Con ello, los tehuelches meridionales y los onas compartirían
el segundo subtipo.
El segundo comentario es, precisamente, que los onas
históricos (pues hay rastros en el interior de la isla Grande de un poblamiento
m s antiguo) no son sino los tehuelches meridionales arribados a ella en
tiempos relativamente cercanos: a estar con el grado de diferenciación
lingüística, a lo sumo un par de milenios; personalmente, creemos que mucho
menos.
Dado que para tiempos tan recientes no es posible especular
con cambios geográficos o topográficos de significación -como podría ser una
cubierta de hielo sobre el estrecho de Magallanes-,hay que aceptar que los
antepasados de los onas (históricos) beneficiaron alguna forma de embarcación,
práctica abandonada -del mismo modo que abandonaron la boleadora, arqueológica
en la isla Grande- después de su asentamiento. Por lo demás, existe información
de los siglos XVI y XVII de "gigantes" tripulando canoas en el
estrecho de Magallanes.
El tercer comentario, es que las etnias representantes del
"Complejo Tehuelche" no se limitaron a los territorios al Sur de la
línea del Limay-Negro: tanto en el ámbito pampeano como en el patagónico
(actual provincia del Neuquén, Patagonia Noroccidental) existieron pueblos
filiables como tales, según la fórmula tipo somático "patagónido" y
cultura de cazadores a distancia estrictamente afín a la del conglomerado
pan-tehuelche (véase después) -aunque carecemos de información acerca de su
lengua.
Se trata de uno de los diferentes pueblos que araucanos
(véase después) y españoles trasandinos denominaron "puelche(s)",
"gente del Este" en lengua araucana, que se movían alternando la
meseta con la pre-cordillera andina, entre los ríos Agrio-Neuquén y Limay.
Más allá de lo somático, identificatorio prima facie en función
del contraste con los restantes tipos físicos (biotipos) presentes en el
ámbito, según veremos en seguida, el carácter de "pan-tehuelches" de
estos pueblos está dado por los siguientes rasgos: uso de mantos largos
de pieles ("quillangos" en el vocabulario patagónico);
"turbantes" sui generis conformados por una cuerda torcida enrollada
en la cabeza y en la que insertaban flechas; arco y flechas; aljabas; toldos de
cuero; énfasis en la caza, con complemento de recolección.
Los cazadores -pescadores-recolectores-
Para desarrollar este punto, que agota prácticamente el
análisis de poblamiento pre-hispánico de la Patagonia, debemos volver
brevemente sobre el tema de los "filtros" geográficos.
Se ha dicho antes que los cazadores especializados arribaron
al fondo del "embudo" de América del Sur hacia fines del Pleistoceno.
Desde entonces, obviamente, distintas influencias culturales los alcanzaron a
lo largo de la docena de milenios que median hasta el presente: de ello da
inmejorable testimonio la evolución del arte rupestre, que ilustra
"estilos" muy diferentes y, para casi todos ellos, de origen
probadamente alóctono. Sin embargo, dichas influencias fueron mínimas al Sur
del filtro-barrera del río Santa Cruz, ámbito que muestra una notable
historia cultural, lineal, muchísimo más conservadora que aquella del
área al Norte de dicho curso, en la que se registran influencias, crecientes en
función del tiempo, procedentes de la Patagonia Noroccidental y de la Pampa, a
su vez receptoras de otras de origen andino y de las sierras centrales del
actual territorio argentino.
A los filtros enunciados cabe sumar, en lo que a estos
pueblos de cazadores respecta, los lagos -y bosques- tan conspicuos a lo largo
(ambas versantes) de los Andes, y, desde luego, el mar. Como, en mayor medida,
se trata de filtros hídricos, resulta lícito definirlos como pueblos "con
horror al agua" (hidrófobos) y de este modo pueblos no sólo continentales,
es decir propios del ámbito de la Patagonia extra-andina o de la Meseta, sino,
sobre ello, propiamente terrestres.
Y, a esta altura, véase de qué manera otras etnias
contemporáneas, a favor de una actitud diametralmente opuesta con respecto al
agua, es decir hidrófilas, abordaron y poblaron idéntico ámbito -plus aquel de
los lagos y bosques sub-andinos. Para ello, simplemente, utilizaron el litoral
marino como ruta general de avance, e ingresaron al continente remontando los
cursos de los diferentes ríos; para el caso, cabe agregar que el estrecho de
Magallanes obró como un río más, gigantesco, aunque de agua salada.
Los beneficiarios de estas culturas que, en su mayor parte
sin restar preeminencia a la caza de grandes presas la complementaban con un
mayor énfasis en la caza menor y/o la recolección y la incorporación de la
pesca, pertenecen a tres entidades diferentes desde el punto de vista somático
(racial). En la nomenclatura tradicional, se trata de fuéguidos, huérpidos y
láguidos (quizá variante de un mismo biotipo primario).
Los últimos, inmigrantes desde el actual Brasil (de donde
deriva el nombre: Lagoa de Somidouro), todavía representados en el Sur de ese
país por los grupos indígenas beneficiarios de lenguas denominadas Ge (ye),
tuvieron importante protagonismo, aparentemente en momentos diferentes a lo largo
de milenios, en el litoral de lo que hoy constituye la provincia de Buenos
Aires. Menor -y tardío- en el litoral nororiental de la Patagonia, por el que
descendieron hasta sobrepasar levemente el paralelo 42.
El conocimiento de estos pueblos se basa esencialmente en
documentos arqueológicos, aunque varios de sus rasgos fueron incorporados por
los tehuelches históricos (como la práctica de la segunda sepultura, el uso del
tembet , probablemente la covada, etcétera). Coherentemente, es posible que mantuvieran
identidad étnica -en un proceso de absorción creciente por los nombrados-
todavía durante los siglos XVI y XVII; podrían pertenecerles los indígenas
beneficiarios de chozas de ramas contactados en el río Chico del Chubut
(afluente austral de este río epónimo) y en el valle medio del río Negro,
respectivamente por el español Alcazaba en 1535 y por el criollo Hernandarias
en 1606. Son los últimos testimonios históricos.
Aunque hasta el presente no ha aparecido ningún resto de
embarcaciones en los yacimientos, es altamente probable que las poseyeran de
alguna clase -dada la ausencia de árboles en la costa atlántica,
presuntamente balsas de fibras vegetales flexibles-. Lo cierto es que nuestros
láguidos remontaron los ríos patagónicos, como el Negro y presuntamente el
Colorado y el Chubut-Chico -hasta los lagos Colhue Huapi y Musters, en donde se
encuentra un enclave arqueológico atlántico. Por el río Negro avanzaron hasta
por lo menos el Limay inferior, y es posible que hayan alcanzado sus nacientes,
en el gran lago Nahuel Huapi, pero falta la prueba arqueológica.
Muy curioso es señalar que en los aludidos yacimientos
litoral-atlánticos bonaerenses y nor-patagónicos las poblaciones láguidas
aparecen como literalmente conviviendo con otras fuéguidas, con las que
aparentan haber beneficiado una cultura grosso modo común y con las que
terminaron por mestizarse en grado variable también con los tehuelches, pero
diacrónicamente.
Hay que apresurarse a señalar, sin embargo, que si los
láguidos -y/o lagoides- sólo sobrepasaron escasamente, por la via litoral
mencionada, el límite de los 42°, los fuéguidos -y/o fuegoides- aparecen en los
yacimientos sin solución de continuidad: en la costa atlántica, a lo largo del
estrecho de Magallanes y en el litoral pacífico, hasta el extremo meridional
del rea propiamente continental del actual Chile.
...Forma de expresión que no significa, correlacionadamente,
decir que el sentido del poblamiento es decir de la progresión de estas oleadas
fuéguidas haya sido Atlántico-Pacífico y literalmente Norte-Sur. Antes bien,
por el contrario, indicios de variado carácter a lo largo de la costa pacífica
sudamericana, y aun norteamericana, parecerían abonar con más fuerza un esquema
de signo precisamente contrario. De un modo u otro, parecen haber estado
presentes en el estrecho de Magallanes, con los pámpidos, a fines del
Pleistoceno.
Lo cierto es que estos pueblos hidrófilos, históricamente
navegantes -aunque esto no haya sido controlado en el litoral atlántico, en donde
los testimonios de su presencia son sólo arqueológicos- no solo circunvalaron
el mapa de la Patagonia continental, y se internaron en ella de diversas
maneras, como veremos, sino ocuparon, nomádicamente, el vasto islario de la
Tierra del Fuego -hasta el Cabo de Hornos! hasta la isla de los Estados!, en
los mares reputados como los más procelosos del mundo.
Históricamente los conocemos como yámanas, al Sur del
estrecho de Magallanes; alacalufes, desde esta vía de agua hasta la península
de Taitao, en los 47° de latitud; chonos, por el Norte de ella hasta el
continente. Todos identificados, más allá de lo racial, por una economía de
cazadores de grandes presas -desde mamíferos marinos como ballenas semivaradas,
lobos marinos y focas, hasta continentales, como ciervos y guanacos, al lado de
otras pequeñas, incluidas muchas aves, pesca y recolección de mariscos -ambas
de variadas formas- y de huevos y vegetales varios.
Si la dispersión de estos pueblos se produjo de Norte a Sur,
según lo expresado, correspondería a los chonos -beneficiarios originales por
lo demás del "curanto" o comida en hoyos, con piedras calientes,
vigente como folklórica y hoy culta- la invención que habría de resultar
decisiva desde el punto de vista etnodinámico: aquella de la canoa de tablas.
Esta embarcación a primera vista simple, era construida en su forma primitiva
con tres tablas de alerce, la una a modo de plano de base y quilla y las otras
laterales, el todo curvado ("arrufado") a proa y popa para sobresalir
del agua. La elección del alerce - árbol varias veces centenario- se debía a la
longitud, rectitud y liviandad de su madera, imputrescible, susceptible de ser
convertida en tablas, subiguales, por el simple empleo de cuñas. Las tablas se
unían entre s¡, calafateadas con la entrecorteza del propio alerce,
convenientemente agujereadas, por medio de cuerdas vegetales.
A diferencia de los cazadores continentales, estos grupos
humanos, a favor de un físico especialmente adaptado para el frío, la humedad y
las inmersiones, el mareo y el vértigo, y con metabolismo basal muy elevado,
producto de la aparente capacidad de transformar las proteínas en hidratos de
carbono, poblaron alternativamente, todos los sitios aptos de la faja costera
del continente y las islas, e incursionaron en los ríos, los bosques y las
montañas.
Armando y desarmando sus "piraguas", como las
llamaron los españoles, estos pueblos fueron capaces de atravesar -por tierra!-
el istmo de Ofqui en la mencionada península de Taitao, imposible de circundar
por mar, y ganar los mares y tierras australes. Poco más al Sur, la
desaparición del alerce obligaría a su reemplazo por cortezas de
diferentes árboles del Bosque Austral o Andino Patagónico, lujuriante en
un ámbito en que, por obra y gracia de la Cordillera, que ataja los vientos
occidentales cargados de humedad, contrasta violentamente con la Patagonia
Oriental, o propiamente dicha: 5000 milímetros anuales de lluvia contra 300...
En el extremo Sur del área de nuestro interés -y del
continente sudamericano- las mezclas con los pueblos de cazadores terrestres
fueron inevitables, y dieron origen a diferentes pueblos metamórficos de
primera mano -según vimos- como los tehuelches meridionales=onas en conjunto o
de segunda mano, como los onas del Sureste de la isla Grande de Tierra del
Fuego (haus) o la porción más austral de los tehuelches, respectivamente
mestizados con y manas orientales y alacalufes meridionales (guaicaros).
En el otro extremo, por un lado conformaron el sustrato
étnico del Sur del actual Chile continental, históricamente -ya muy
araucanizados- cuncos y huilliches (de Chile). Por el otro, atravesada la
cordillera andina, los grupos de canoeros de los lagos subandinos de las
actuales provincias del Neuquén y del Río Negro. Históricamente, se
diferenciaron en por lo menos dos etnias: los "pehuenches",
acuáticos, de canoa aparentemente monóxila, documentados en el lago Huechu
Lafquen, y los "puelches", piragüeros, en el gran lago Nahuel Huapi y
contiguos hacia el Sur. Sabemos poco de estos pueblos, fantasmales, absorbidos
por sus vecinos tehuelches a lo largo de los siglos XVII y XVIII; los segundos
fueron aparentemente una mera diferenciación regional de los chonos, del
occidente de los Andes.
Para terminar con el inventario étnico de la Patagonia
Oriental durante los siglos XVI y XVII, resta mencionar un pueblo sui generis,
establecido, como los puelches cazadores (no-canoeros) revistados más atrás, en
el ámbito subandino-extraandino de la provincia del Neuquén, pero en este caso al
Norte del curso del Agrio-Neuquén, verdadero filtro que subdividía dicho
territorio en dos áreas subiguales. Se trata de los "pehuenches"
("gente de las araucarias", Araucaria araucana, árbol conífero
andino) pero diferentes de los canoeros mencionados antes -aunque es posible
que dispusieran igualmente de alguna forma de embarcación. Con ellos entra en
escena un nuevo ingrediente somático: el huárpido de la lista de biotipos dada
más atrás.
Culturalmente, debieron alternar la caza del guanaco y el avestruz
en la meseta y el ciervo (huemul) en la andina-subandina con la recolección,
con especial énfasis en las semillas -"piñones"- de la araucaria, de
alto valor alimenticio. Los pehuenches las beneficiaron de diversa manera, y
para su conservación idearon los silos sub-acuáticos, técnica que inhibía su
germinación espontánea.
Otros rasgos de su cultura fueron la choza cónica de cuero,
las raquetas para la nieve, la bebida colectiva en hoyos forrados con cuero.
Poco más sabemos de esta etn¡a que desapareció como tal a lo largo del siglo
XVIII, absorbida en las corrientes de la tehuelchización y la araucanización, a
las que nos referiremos acto seguido.
Los grandes procesos etnodinámicos
históricos
La exposición sucinta de estos procesos, puestos en marcha
durante la primera mitad del siglo XVII es imprescindible para identificar a
los protagonistas de los capítulos finales del poblamiento indígena.
Sus factores claves resultan:
En lo étnico, la dinamización y correlacionada expansión de
sentido general Sur-Norte, de los pueblos tehuelches
("tehuelchización"); la dinamización del pueblo araucano (trasandino)
y correlacionada expansión de sentido general Oeste-Este
("araucanización"); en fin, la irrupción de los europeos,
(españoles), en ambos lados de los Andes y su expansión
("hispanización-criollización").
Resumen o fórmula que necesita los siguientes comentarios
ampliatorios:
Primero, el presentar a los araucanos, un pueblo de cultura
andina, somáticamente como los incas (de estatura mediana, robustos, y, a
diferencia de todos los presentados hasta aquí, braquicéfalos), cultivadores
primitivos, de bastón y tala y roza, y por ende semisedentarios,; dueños de
grandes casas de madera y paja, de tejido, cerámica y platería de excelente factura.
Radicados en la cordillera de la Costa, el valle central -longitudinal o axial-
y la faja pre-andina del territorio del actual Chile entre los ríos Bio-Bio y
Toltén, un área pequeña, fragosa y densamente forestada, muy húmeda,
ubicada en frente -cordillera de los Andes de por medio- de la parte central de
la actual provincia argentina del Neuquén.
En seguida, el enfatizar el papel de la difusión del
caballo, introducido por los españoles, como factor dinamizante -verdadero
detonante de los procesos en análisis-: a favor de su posesión los tehuelches
septentrionales alcanzaban el área del Río de la Plata, con centro en la
naciente ciudad de Buenos Aires, en los primeros lustros del siglo XVII. Cabe
pensar que en Neuquén sucedía lo propio. Al tiempo que comenzaban a atravesar,
montados, la Cordillera grupos de indígenas trasandinos (denominados
"aucas", sobre los que volveremos acto seguido).
El tercero, que si la "tehuelchización" supuso el
desplazamiento y la ocupación efectiva -dentro del juego de
desplazamientos del nomadismo- de los territorios abordados, no fue este el
caso de la araucanización -ni de la hispanización. En estos dos casos privó,
decididamente, la difusión cultural sobre la racial, genética, y como este
proceso -verdadero fenómeno- se produjo a través de una cadena de pueblos
sucesivos, cabe hablar de transculturación en el sentido primario o literal de
la expresión.
Es precisamente el caso de los aucas (voz kechua,
incaica, adoptada por los araucanos, que significa "salvajes"), que
podemos clasificar en boreales y australes, con origen étnico y geográfico
totalmente diferentes. Los primeros, de afinidades andinas, ocupaban, en el hoy
Chile, los terrenos que se extienden al Norte del río Bio-Bio; los segundos, parte
del sustrato fuéguido, o de los canoeros, araucanizados, procedían de los
terrenos al Sur del río Toltén. Es decir ambos por fuera de las fronteras de la
Araucanía propiamente dicha. Es decir, eran grupos araucanizados,
"pan-araucanos" si se quiere, pero no araucanos veros.
De un modo o de otro, por lo demás, estos aucas sólo
llegaban -y así continuaron durante el siglo siguiente- en plan de comercio y
rapiña, especialmente de caballos y vacunos, y nunca produjeron asentamientos
estables en territorio cisandino. Lo propio los españoles-criollos, que no
trascendían el entorno de la incipiente Buenos Aires.
Con estas salvedades, puede proseguirse y completarse r pido la
prosecución del proceso, complejo. Tal vez, a través de los siguientes
momentos:
1) Siglo XVI. Expansión de los grupos cazadores puelches
("puelches intermedios") del Sur de la actual provincia del Neuquén a
territorio trasandino, en relación con la guerra "de la Araucan¡a"
entre españoles y araucanos (y pueblos araucanizados).
2) Siglo XVII. Expansión de los tehuelches
septentrionales hacia Neuquén y el ámbito pampeano en general. Contrario sensu,
expansión de los aucas, boreales y australes, hacia el Neuquén y el área
pampeana. Gravitación de la lengua araucana en el Sur del Neuquén. Permanencia
de la lengua local (pehuenche) en el Norte del Neuquén. Arribo de la lengua
araucana a la hoy provincia de Buenos Aires.
3) Siglo XVIII. Hegemonía de la lengua araucana en el
Neuquén. Desaparición de la lengua pehuenche en el Norte. Desaparición de las
otras lenguas regionales citadas ("puelches"). Permanencia
(bilingüismo) de la lengua tehuelche septentrional en el Sur; arribo de los
tehuelches meridionales al Neuquén y a la provincia de Buenos Aires. Expansión
de las modas araucanas en todo el Neuquén y la Pampa: tejido, vestimentas,
platería. Expansión de las modas hispano-criollas: vestimentas, apero del
caballo.
Este siglo podría ser definido como el del equilibrio. De
allí en adelante la araucanización habría de hacerse masiva, en lo cultural y
aun lo somático. Y avanzaría considerablemente la criollización en el área
pampeana.
Pero no podemos abandonarlo sin un par de observaciones
fundamentales: una, que si bien la presencia de pueblos pan-araucanos era
cotidiana en el Neuquén y la Pampa, estos no produjeron asentamientos estables.
Los araucanos propiamente dichos faltaban por completo.
La otra observación es que, en la Pampa Central (actual
provincia de La Pampa), o "Pampa Seca", al Oeste de la hoy provincia
de Buenos Aires, o "Pampa Húmeda", en el dominio del monte de
algarrobo y caldén (especies arbóreas de Prosopis), surgía una nueva etnia: los
mamüllche ("gente del monte" en araucano), más conocidos por
"ranqueles" (deformación de rangküllche, "gente de los
carrizos", una gramínea a modo de caña).
Eran el resultado del metamorfismo in situ de un pueblo de
cazadores nómadas -presunto miembro pampeano del "Complejo
tehuelche", que se extendía entre los ríos Carcarañá por el Norte y
Quinto-Salado por el Sur, y entre las sierras de Córdoba y San Luis por el
Oeste y los ríos Paran y de La Plata por el Este. Fueron los primeros
aliados de los españoles fundadores de Buenos Aires y después -por la
brutalidad de éstos- sus primeros enemigos, que habrían de prenderle fuego. Se
los conoció primero por querandíes, después por tubichaminíes y/o pampas del
rio Cuarto o cordobeses, etcétera (siglos XVII y XVIII). Muy araucanizados a
través de influencias esencialmente andinas (de los pehuenches araucanizados) y
criollizados, comenzaron a figurar con nombre propio, es decir identidad
étnica, a mediados de dicho siglo, y estaban destinados a un importantísimo
protagonismo en la historia del subsiguiente, hasta el final de la hegemonía
indígena en el ámbito pampeano.
4) Siglo XIX.
El siglo XIX merece un punto y aparte. Un tratamiento
especial, por haberse producido, en su segunda parte, ese ocaso trágico (con la
segunda "Conquista del Desierto" programada y ejecutada por el
general Roca) y por la complejidad de los movimientos étnicos y acontecimientos
que lo precedieron. Ordenémoslos cronológicamente:
I) Como
consecuencia de las luchas entre españoles y criollos en Chile, por la
independencia del país, de gran repercusión en la Araucanía y traducidas en
feroces enfrentamientos entre "tribus", hacia los primeros lustros de
ese siglo un conjunto de estas optó por cruzar la Cordillera y radicarse en
territorio cisandino. Esta vez se trataba de grupos propiamente araucanos,
conocidos como "voroganos" unos (de Vorohue, un paraje cercano al actual
Temuco) y "arribanos" los otros, es decir pre-cordilleranos.
Se establecieron en ‚l en una suerte de faja que corre
grosso modo a lo largo de la línea longitudinal que hoy sirve de límite entre
las provincias de La Pampa y Buenos Aires. Las razones de la elección,
estratégicas, fueron en principio dos: la primera, la relativa cercanía del
interior de la Pampa Húmeda, rica en ganados caballar y vacuno (véase, ínterin,
el mapa que ilustra la evolución de la tétrica "frontera" hispano-indígena,
es decir las sucesivas líneas de fortines). La segunda, la existencia misma de
un vacío demográfico, de una verdadera "tierra de nadie", provocada
por el antagonismo siempre latente, y muchas veces traducido en acciones
bélicas, entre los ranqueles que acabamos de ver, al Oeste, y los tehuelches
septentrionales, al Este...
II) Los ranqueles
representaban tradicionalmente la principal amenaza para las estancias de la
frontera del mundo criollo, que cincunvalaba la Pampa Central; por un lado por
su ubicación estratégica; por el otro, porque los tehuelches, durante la primer
mitad del siglo, se comportaron, a través de alianzas, más bien como
"indios amigos", aliados del Gobierno y los estancieros de Buenos
Aires, que apenas trascendieron, durante muchos años, el límite del río Salado.
Juan Manuel de Rosas, celebérrimo caudillo gaucho, era en la
década del '30 ambas cosas: el hacendado más fuerte de la provincia de Buenos
Aires y su Gobernador, investido de facultades especiales que lo convertirían
en un verdadero tirano.
En 1832 dejó momentáneamente el gobierno -para retornar
fortalecido- con la finalidad de realizar una expedición militar orgánica para
desarticular -definitivamente, se proponía- el creciente poderío de los
indígenas pampeanos-norpatagónicos -aunque sus principales enemigos, según se
dijo, eran los ranqueles, encabezados por el cacique Yanquetruz (de abolengo
andino).
Para llevarla a cabo se valió, al lado de cuerpos militares
en una táctica de pinzas, de sus auxiliares indígenas naturales, los
tehuelches, que lo acompañaron en el ala Sur, a su cargo directo. Pero al
propio tiempo se alió con los araucanos..., deseosos de desembarazarse de sus
potenciales enemigos ranqueles, situados a su espalda.
Aunque logró en principio su objetivo central, destruir
-momentáneamente- a estos, no pudo acabar con Yanquetruz, que se refugió en la
Cordillera.
El resultado de las acciones, a la corta, sin embargo, no
fue el esperado. Sencillamente, los araucanos, sin competencia, hubieron de
reemplazar progresivamente a los ranqueles en sus malones (expediciones
relámpago, de saqueo) a la frontera de Buenos Aires...
A esta altura, se producía la radicación en la Pampa del
cacique Calfucurá, "pehuenche", es decir del mismo modo andino... y
por ende enemigo -secular- de los araucanos, simplemente trasladados de
escenario. Calfucurá, viejo frecuentador del rea en plan de comercio,
eligió para instalarse -se dice que invitado o incitado por el propio Rosas- un
punto geográficamente clave, en la Pampa Central, al Sur del territorio ranquel
y al Oeste de los araucanos y los tehuelches bonaerenses. Al propio tiempo,
puerta natural de los caminos que, desde Buenos Aires, conducían a la
Cordillera. En ella, por lo demás, mantuvo a su hermano, Reuquecur , nexo con
la Araucanía y poderoso cacique él mismo.
Este sistema, al lado de sus condiciones de diplomático,
habría de convertir a Calfucurá , en muy pocos años, en el cacique más poderoso
de todos los tiempos. A favor de una estrategia alternativa de alianzas étnicas
elaboró una verdadera federación indígena y, hasta su muerte, hacia fines de la
década del '60, se constituyó en el terror de la frontera de Buenos
Aires.
A su sombra, la hegemonía indígena en el ámbito pampeano
crecería de tal manera que se hizo insoportable para los intereses económicos
de los hacendados de la faja circumpampeana referida. Había que concluir con el
poderío del "indio" y el general Julio Argentino Roca -con la
ambición de la Presidencia que le aseguraría una campaña feliz contra ese
enemigo terrible-, concibió, y luego desató (en 1879), la "Segunda
Conquista del Desierto". La definitiva, que culminaría en 1885 con la
entrega del cacique tehuelche septentrional Saihueque, establecido en el Sur
del Neuquén.
No hubo propiamente
batallas; a favor del fusil Remington, del conocimiento de los caminos y las
aguadas "del desierto" por baqueanos, ex cautivos de los indígenas,
de la agilidad y la calidad de las tropas montadas preparadas por Roca, las
acciones se convirtieron en una sableada terrible, con miles de muertos -en
mayor medida por sus secuelas- y prisioneros, que aquél habría de dirigir y
acompañar en buena medida directamente en carroza.
Parte
5 / Epílogo
Para ese entonces, los indígenas pampeanos habían sufrido una larga evolución,
que en lo cultural-económico transitó por la transformación en cazadores
nómadas montados, la conversión en pastores-cazadores nómadas de caballos, y de
vacunos después, la semisedentarización y hasta un incipiente cultivo en
algunas tribus (como los ranqueles, los indígenas amigos en Buenos Aires, y en
la Cordillera). Correlacionadamente la adquisición de una "cultura del
cuero" de caballo y vacuno, el reemplazo de los cueros de guanaco en
toldos y vestimenta; la adquisición del tejido y la platería araucanos y la
ropa de ese origen y criollo, al lado del tabaco y, el alcohol -el alcohol!,
la gran clave de la decadencia cultural entre los tehuelches-, el azúcar y
otros "vicios" como se decía entonces. Y las enfermedades importadas,
claro, como la viruela y sus muchas variantes, que diezmaban a los indígenas.
En aquel ámbito, y en el Neuquén, a pesar de estos
flagelos, el número de indígenas creció considerablemente en el tiempo
histórico. No así en el patagónico, en donde tras un momento de auge, se
produjo un general descenso. De un modo u otro, la Patagonia al Sur del
Limay-Negro se mantuvo mucho más conservadora que el resto.
Lo cierto es que, producida la derrota general y desbandada
de los indígenas pampeanos y nor-neuquinos, contra los que se había llevado la
guerra -Roca a diferencia de Rosas, no distinguía entre los grupos étnicos y su
enemigo era globalmente "el indio"-, los intereses económicos,
principalmente de los hacendados bonaerenses, obraron para su continuación.
Sumado esto a la tirantez de las relaciones con Chile, que ambicionaba la
posesión de la Patagonia, hizo que la ocupación prosiguiera: por la captura de
Saihueque, ya mencionado, del Sur del Neuquén, -a pesar de los tratados de
amistad firmados con Buenos Aires-, caudillo general en definitiva de las
tribus tehuelches septentrionales; incluso algunas tehuelches meridionales que
poco y nada tuvieron que ver en todo esta historia.
Apréciese, a esta altura, el valor profundo de las raíces
étnicas:
Los sobrevivientes de los indígenas ranqueles, los
descendientes de Calfucurá y aquellos de los pehuenches neuquinos,
huyeron hacia la Cordillera y Chile. Los sur-neuquinos, hacia el Sur del Limay,
lo propio que los descendientes de los tehuelches del centro-Sur de Buenos
Aires, cuyos últimos caciques de importancia fueron los hermanos Catriel.
Una vez en la "Patagonia propiamente dicha", a lo
largo de la última década del siglo, las tribus se dispersaron, desgranaron y
los grupos se asentaron, por fin, ya en unidades familiares, convertidos en
pastores -sedentarios!- de ovejas y, progresivamente, corridos a los peores
campos por los hacendados "blancos" más hábiles, con la complicidad
de la justicia y los agrimensores, y rodeados de alambradas. Era el fin de la
cultura, y hasta de la identidad étnica, un proceso que todavía se arrastra
trágicamente en la Patagonia continental.
En tanto en la isla Grande de Tierra del Fuego, los onas,
que se habían mantenido al margen de las vicisitudes pampeano-patagónicas y
desconocían el caballo, luchaban con arco y flechas contra los primeros
ganaderos -ovejeros- blancos y los buscadores de oro.
Y los yámanas, contra el alcohol y los loberos, y los
errores de la catequización, protestante y católica, que al agruparlos
contribuía a la difusión de las enfermedades europeas.
(Hoy no queda un solo tehuelche puro; la lengua tehuelche
septentrional se extinguió en 1960 y queda una decena de hablantes de la
meridional. Ninguno de la ona..., cinco o seis -sólo mujeres!- y manas
hablantes; una treintena de alacalufes. Unos 250.000 parlantes de araucano en
Chile y 20.000 en la Argentina, con absoluta probabilidad todos portadores de
genes blancos...).
Los blancos:
Carai, "señores", los llamaron los indígenas
guaraníes en el río de la Plata; como kadday lo aceptaron los tehuelches
septentrionales, que se hizo qadde entre los meridionales y koliot entre los
onas. Winka los bautizaron los araucanos, quizá deformación de inka, por los
indígenas peruanos con los que habían combatido en Chile 50 años antes de la
conquista española.
Los blancos! Europeos primero, criollos después -argentinos
y chilenos-, los europeos después nuevamente en la Patagonia. Al filo más tarde
del siglo, en el momento de conformación de la Patagonia presente, la que
heredamos sus descendientes.
Españoles, italianos, europeos de toda Europa,
norteamericanos, árabes, etcétera, etcétera. Son los pioneros.
Pero antes de proseguir, para terminar, acéptese una pequeña
recapitulación histórica de lo que podemos llamar los grandes jalones del
poblamiento (blanco).
Primero fue la hoy Carmen de Patagones, cerca de la
desembocadura del río Negro: en 1779, con lo que se erige en la única ciudad
patagónica (hoy Patagones-Viedma, río Negro de por medio) de origen virreinal.
Es la única de una serie de fundaciones atlánticas llevadas a cabo por los
españoles en respuesta a una potencial invasión inglesa. Corrían tiempos de los
Borbones en España y se abandonaban no sólo la "fiebre del oro" y las
riquezas fáciles, reemplazadas por la colonización, sino el trato inhumano para
con los indígenas.
Después, en el otro extremo circa 1850, la hoy ciudad-puerto
de Punta Arenas, sobre el estrecho de Magallanes.
Sucesivamente, el asentamiento galés, en 1865, en el valle
inferior del río Chubut, en la Patagonia Oriental Central, un enclave que
habría de extenderse a la Cordillera (Esquel) en los tiempos inmediatamente
posteriores a la "Conquista del Desierto", y que mantiene buena parte
de su perfil cultural hasta el presente.
La factoría del navegante patagónico -nacido en Carmen de
Patagones- Piedra Buena, en la boca del río Santa Cruz; la misión del reverendo
Bridges, destinada a yamanas, en Ushuaia, sobre el Beagle; las misiones
salesianas en Río Grande -todo esto en la isla Grande-, y en la isla Dawson,
Tierra del Fuego, destinada a onas la primera, y, artificialmente, a y manas,
alacalufes y onas la segunda. Eran centros condensadores de un poblamiento
difuso, de visionarios, de hombres de trabajo y aventureros, que venían a
"quemar las naves" para radicarse en la nueva tierra.
La Tierra Prometida... Son los pioneros, un aluvión
multiétnico con miles de diferencias y un denominador común: la fe
irrenunciable en hacer de la Patagonia una potencia.
Tal fue el papel de este estrato de poblamiento, con una
sola idea de progreso y dispuestos fan ticamente a concretarla, que su
presencia es obligada en toda definición que quiera ensayarse para encorsetar
culturalmente a la multiforme Patagonia. A la luz de lo recorrido hasta aquí
juntos, ensayemos una -que, como se verá, parte de lo negativo:
Como quiera que se la acote geográficamente, la población de
la Patagonia no tiene un origen étnico común. No tiene un folklore propio
diferenciable de aquel de las áreas vecinas. No tiene una entonación regional
propia, diferenciable de aquella del ámbito pampeano. Todo esto la separa de
los ámbitos central y septentrional de la Argentina, a pesar de que Buenos
Aires capital y su entorno hayan sufrido del mismo modo el impacto europeo
(español e italiano fundamentalmente): nada había en común, en efecto, hace 40
años, con un provinciano -hasta 1957 la Patagonia estuvo integrada por
territorios, sin autonomía- del Noroeste del país, pan-latinoamericano, en lo
cultural y lo genético (criollo, mestizo de cercana ascendencia indígena); y
muy poco con un porteño, es decir el oriundo del Gran Buenos Aires.
Completando, por lo positivo, la definición, puede apelarse
a: un sustrato indígena, sí que complejo, de todas maneras común; una historia
geográfica y de poblamiento comunes; y la realidad común de los pioneros.
Hoy...quedan en la Patagonia los nietos y bisnietos de
los pioneros, sepultados por un aluvión de población amorfa, proveniente de
distintas partes del país, atraída por oportunidades efímeras de trabajo y
carente del nervio de los pioneros; sin objetivos pensados de radicación
definitiva y por ende sin fe, sin arraigo y sin historia. El resultado es una
suerte de decadencia generalizada, desesperanzada, sin iniciativa propia.
A la espera del retorno de los pioneros..., cerramos aquí
este rápido vistazo al pasado de la Patagonia.
Sobre el
autor
___________________
|
Rodolfo Casamiquela |
Rodolfo
Casamiquela nació en Ingeniero Jacobacci (Río Negro) en 1932 y murió en
Cipolletti (Río Negro) en 2008.
En 2006 le
fue otorgado el premio Kónex de Platino 2006 en su especialidad. El científico
fue autor de numerosas publicaciones sobre los orígenes del poblamiento humano
en la Patagonia y propugnó el reconocimiento a la etnia tehuelche como pueblo
originario de la parte norte de la región.
Era
paleontólogo, arqueólogo, doctor en ciencias, investigador, docente,
historiador y escritor. Dejó una veintena de libros y 400 trabajos de
investigación. Dedicó su vida al estudio de los orígenes de la Patagonia.
Desde
pequeño fue curioso de la toponimia y los significados de los nombres de las
denominaciones antiguas. Realizó sus estudios secundarios en la Escuela
Industrial Otto Krause de Buenos Aires, pero allí sintió "la inhabilidad
más estupenda en lo manual" y prefirió refugiarse en la Biblioteca
Nacional para leer la gramática araucana, sin saber que en su pueblo sus
compañeros la hablaban. Paralelamente manifestó su obsesión por reunir los
fósiles que dieron origen al museo de su localidad.
Se graduó
de perito minero nacional, al tiempo que proseguía con su formación en temas
patagónicos en la biblioteca del Museo Etnográfico. Una beca lo llevó a Bélgica
y, a su regreso, se decidió por la carrera de Paleontología en la Universidad
de La Plata. Trabajó para el Conicet hasta el golpe militar de 1966. Decidió
radicarse en Chile, donde se graduó como doctor en biología a fines de la
década del 60. Volvió a Río Negro, donde creó el Centro de Investigaciones Científicas
de Río Negro, con sede en Viedma.
En 1978,
Casamiquela creó en Viedma la Fundación Ameghino destinada a fomentar la
investigación regional y el estudio de la agricultura, la geología, minería,
pesca y biología. Sus trabajos de investigación incluyen estudios iconológicos
y etnológicos de la Patagonia, el arte rupestre y la gramática tehuelche,
En 1965
había recibido el primer Premio Nacional de Antropología y tercero de Biología
de Subsecretaria de Cultura de la Nación. Se desempeñó como profesor de distintas
universidades e instituciones académicas de Chile y Argentina. Fue docente
emérito de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y propuesto para
Doctor Honoris Causa.
Casamiquela
tuvo distintos episodios donde fue duramente criticado por investigaciones en
las que sostenía que los tehuelches eran los verdaderos pobladores originarios
de Chubut y el norte patagónico. Sus estudios lo llevaron a afirmar que los
mapuches cruzaron la frontera e invadieron a los tehuelches en el siglo XVII,
pueblo al que consideraba prácticamente extinguido.
Esa postura
le valió severas críticas por parte de aborigenistas de Argentina y Chile, que
en varias ocasiones impidieron que el investigador pudiera concretar sus
disertaciones en universidades e instituciones.
La raíz de
la discusión es que Casamiquela consideró a los mapuches, chilenos, cuando se
trata de pueblos “preexistentes” que habitaban la cordillera antes de las
delimitaciones geográficas políticas que conocemos actualmente. Sin embargo, se
trató de un fundamento que sirvió judicialmente para desalojar a varias
comunidades indígenas.
Más allá de
las controversias por esa posición extrema, sus aportes al conocimiento de la
Patagonia adquieren especial relevancia; lo que se expresa en una obra de gran
extensión y profundidad.
Fuente: http://www.confinesdigital.com/textos/rodolfo-casamiquela-el-poblamiento-de-la-patagonia.html
.................................
12/06
2007
Argentina: Historiador Rodolfo Casamiquela : "Los mapuches son chilenos... no tienen derecho sobre la tierra",
El historiador Rodolfo
Casamiquela es duro con los mapuches que lo "escrachan". Dice que no
tienen verdadero interés en velar por la cultura indigenista, sino que son más
bien "piqueteros". Hoy dice luchar por rescatar del olvido la lengua
del pueblo tehuelche. Y que eso le preocupa mucho más que los escraches que
recibe cuando quiere hablar de la historia. "Si se definen como Mapuches
son chilenos y si son chilenos no tienen derecho sobre la tierra de la
Argentina", señala Casamiquela sin pudor
Sigue
El historiador Rodolfo Casamiquela es duro con los mapuches
que lo "escrachan". Dice que no tienen verdadero interés en velar por
la cultura indigenista, sino que son más bien "piqueteros". Hoy dice
luchar por rescatar del olvido la lengua del pueblo tehuelche. Y que eso le
preocupa mucho más que los escraches que recibe cuando quiere hablar de la
historia. "Si se definen como Mapuches son chilenos y si son chilenos no
tienen derecho sobre la tierra de la Argentina", señala Casamiquela sin
pudor
-¿Qué lo llevó a estudiar sobre esto?
- Mi inquietud por lo indígena empezó cuando tenía 14 años. Me fui a estudiar a
Buenos Aires y un día, en la Biblioteca Nacional, empecé a leer mapuche, sin
saber que en mi pueblo (Ingeniero Jacobacci) la mitad de los chicos de mi edad
hablaban esa lengua, porque entonces ellos ocultaban su origen. Ni los maestros
lo sabían. Entonces, cuando volví, fue una grata sorpresa descubrir que los
peones que enfardaban la lana en una casa comercial donde trabajaba mi padre
eran de origen indígena. Con ellos pasé un verano fantástico, porque empecé a
anotar las primeras cosas sobre su lengua. A los 16 años, siempre acompañado
por los indígenas, ya estaba haciendo el primer museo referido a su historia.
-¿Qué ha podido conocer de ellos?
- He conocido centenas de indígenas y a todos los hablantes de tehuelche de la
Patagonia. Estudié y aprendí que primero vino el mundo tehuelche paleolítico,
muy antiguo. Los antepasados de sus antepasados se remontan a 10 mil ó 12 mil
años atrás y evolucionan en la Patagonia. Mucho después de la llegada de los
Españoles, alrededor del 1600, el caballo permite que los Tehuelches copen todo
el ámbito pampeano y Neuquén. En esa misma época empieza la mapuchización.
Existen diferencias entre unos y otros.
Los gigantes patagones no son una fantasía, sino los Tehuelches, que alcanzaban
casi los dos metros de altura y una corpulencia de 150 kilos, de tez oscura y
ojos asiáticos, que vivían de la caza y se vestían con pieles. Los Araucanos o
Mapuches, sin embargo, son una raza de estatura mediana, cultivadores de
cultura andina, que tenían casas de madera y paja y trabajaban en forma
maravillosa el tejido y la platería; ellos tenían una trayectoria cultural
superior, que los Tehuelches imitaron.
-¿Qué pasaba con la lengua?
- Con la llegada de la religión y la onomástica se va produciendo una
transformación en ella. Entonces, los hombres tehuelches, especialmente los
caciques, en el norte de la Patagonia, empezaron a ser bilingües. Pero las
mujeres siguieron hablando tehuelche, incluso algunas familias pasaron del
tehuelche al castellano, sin pasar por el mapuche. Hubo un sincretismo
religioso y lo tehuelche se mapuchizó. Pero el Mapuche como pueblo estaba del
otro lado de la Cordillera.
-¿Los descendientes conservan la lengua indígena?
- Hoy hay descendientes vivos de grandes caciques tehuelches. Sólo son algunas
familias, los otros son descendientes de Mapuches. Los Ñanco, por ejemplo, son
descendientes de Sacamata, uno de los caciques más serios del norte de la Patagonia,
nacido entre 1870 y 1880. Uno de mis maestros, fue quien salvó la lengua
tehuelche, ya que era el último que la hablaba. Se llamaba José María Cual (que
en tehuelche quiere decir cuello). Él murió en 1960, a los 90 años. Cuando
lo conocí, yo era un muchacho y él estaba ciego. Durante muchos años nos
dedicamos a la lengua tehuelche y por él quiero rendirle el máximo homenaje a
este pueblo, descendiente de los habitantes más antiguos de América entera.
-¿De qué forma?
- Un día juramenté hacer un homenaje a este pueblo único, salvando todo lo que
se pudiera de su historia. Lamentablemente estoy solo en todo esto. Los
descendientes no estudian a sus antepasados, porque eso significa leer a los
blancos y hay una especie de rechazo, una negación que es como hacerse trampa
en el solitario de la vida. No se puede avanzar. Entonces soy un maestro
ciruela, vale decir un científico, que dice la historia como la cuenta la
ciencia, la antropología. No hago concesiones de tipo demagógico. Por ello, si
digo que acá no había ningún Mapuche en 1865 y que recién llegaron en 1890,
digo lo que es la historia, no lo invento. Sólo que otros no lo dicen o lo
dicen distinto. Entonces soy el malo.
-¿Por eso le hacen escraches?
- Sí. Pero esa gente no es indigenista en el sentido cultural, lo es en el
sentido piquetero. Son políticos.
-¿Qué le cuestionan?
- No hay cuestionamientos. Eso es un pretexto. Hay que pensar qué buscan. Si se
definen como Mapuches son chilenos y si son chilenos no tienen derecho sobre la
tierra de la Argentina. Esta es la clave. Entonces, como yo explico que son
chilenos, soy el enemigo. Cualquier chileno sabe que los Mapuches son chilenos.
Los líderes también lo saben. Pero la juventud no. El 99 por ciento de los que
se definen como mapuches son de origen Tehuelche. Pero se han dado muchas
confusiones por la lengua o el apellido. Así se va perdiendo la identidad.
-¿Por qué tendrían la necesidad de sentirse Mapuches si no lo son?
- Porque la palabra mapuche es muy atractiva. Quiere decir gente de la tierra.
Si se usa como símbolo es correcto. Yo también soy gente de la tierra. En 1960,
como un homenaje, el Primer Congreso del Área Araucana Argentina propuso que a
los Araucanos se les dijera mapuche como en Chile.
-¿Cuál sería la respuesta si alguien pregunta quiénes eran los originarios?
- Habría que ver con respecto a qué. A la llegada de los españoles es una cosa.
A la constitución del Estado argentino es otra. Porque en 1816 no habían
mapuches en Argentina. Los primeros se radican en el centro de La Pampa en 1820
y en 1890, al sur del Limay Negro, los primeros pobladores de origen chileno
fueron los mapuches y los chilotes. Hay que distinguir muy sutilmente todo este
asunto.
-¿Por qué menciona la pérdida de la identidad?
- Eso es lo más terrible. Los nietos de mis maestros, que sabían lo que eran,
hoy son todos mapuches. Es decir, el abuelo es tehuelche puro, pero el nieto es
mapuche. Entonces la Patagonia perdió su identidad. Esta es tierra de
aluviones, porque todos los días llega gente desde otros lugares. Entonces, los
maestros no son de aquí y es muy difícil recrear esa identidad maravillosa que
-hasta hace 30 años- fue la palabra, la casa abierta, la hospitalidad, la
seguridad y la base indígena, ahora desteñida por toda esta confusión que hay
con los mapuches. Pero hasta hace unos años atrás la historia era clara.
-¿Qué pasa con la lengua tehuelche?
- Es una lengua muerta. Murió en 1960. Y no hay interesados en aprenderla. Yo
lo hice porque era consciente de que mi maestro, José María Cual, era uno de
los últimos que la hablaba. Se comunicaba conmigo en español y podíamos hacer
traducciones del mapuche al tehuelche, revisarlas durante varios años y
pasarlas en limpio. Él tenía la conciencia que era el único que iba quedando
para hablar esa lengua. Pero murió antes de ver la gramática. Hoy se pierde la
cultura. Los descendientes, en su mayoría, no mantienen la lengua. Incluso, los
nombres que hay por acá, en los comercios, son falsos. El vocabulario es
equivocado y ese es mi sufrimiento. Esto me preocupa mucho más que los
escraches. Los indígenas tienen que perfeccionarse y profesionalizarse sin
perder su lengua de origen. En Argentina a la lengua indígena le queda una
generación y nadie se preocupa por recuperarla.
-¿Qué siente cada vez que dice que está solo en esto?
- Se siente impotencia, porque es difícil llegar a la docencia y a quienes
tienen decisión política sobre ella. Cuando voy a dar clases a las escuelas los
chicos y los maestros se asombran. Al terminar las charlas, los chicos que
tienen apellidos indígenas que se mantenían tímidos, pasan al frente y se
sienten bien, porque son descendientes de los grandes caciques. Lo mismo ocurre
cuando saben cuáles son los significados de sus nombres en mapuche, porque los
tehuelches no tienen significados. Todo eso se puede hacer, pero quién le pone
el cascabel al gato.
Fuente: Periódico El Chubut / Azkintuwe Noticias