Crónicas del nuevo milenio
Marina Artusa Clarin.comOpinión22/10/16
Moribundo, dice que lo encontró. Moribundo y travestido de lujos y oropeles corroídos por el abandono. Así fue cómo Ludovico Visone, un abogado italiano, halló el velero Don Quijote, una joya histórica de la navegación a vela diseñada en los años ’50 por el argentino Germán Frers, el exquisito diseñador de yates admirado en el mundo entero.
Visone, un apasionado de los veleros originario del Cilento -esa mítica región al sur de Nápoles conocida como la tierra de los inmortales por el alto porcentaje de longevidad de sus habitantes-, se enamoró de Don Quijote en un puerto cercano a Fiumicino, Roma: “Fue amor a primera vista, y luego descubrí que tenía un pedigree, una historia interesante. Lo compré y lo llevé a un astillero donde se hizo una restauración filológica. Conseguimos los planos de Frers, en Argentina. Intentamos devolverle la dignidad a un barco que merece navegar” -dice Visone-. “Cuando descubrimos su historia, cuando me dijeron que era un velero que Perón había mandado construir para Evita, pusimos mayor atención. Fue como cuando uno mira a los ojos y se enamora, y no ve nada alrededor. Así sucedió con este velero.” Visone muestra un libro: el de los cien barcos más bellos del mundo. Allí, en la página 84, figura Don Quijote con su ficha técnica, los 17 metros de largo y el motor Yanmar 4JH2 con una potencia de 106 CV que se pusieron en marcha en el astillero Arsenal Naval de Buenos Aires en septiembre de 1953.
En esas páginas se sugiere que el primer dueño fue un tal doctor Sigall, “muy amigo del presidente Perón, de quien muy probablemente fuera testaferro”, dice el libro. Y agrega: “Nacida como una embarcación de regata (su trazado recuerda a aquel de Sparkman & Stephens), durante varios años alcanzó notoriedad por ser uno de los veleros más veloces de América del Sur.” Como la cachetada que Libertad Lamarque habría descargado por rivalidad sobre la Eva Duarte actriz o el “Volveré y seré millones” que Evita jamás pronunció en vida, otro mito-leyenda asoma allende los mares en el horizonte peronista: el del regalo de reconciliación del General que la muerte, temprana y despiadada de Eva no permitió consumar. “Tengo entendido que Perón y Evita estaban algo distanciados y que él mandó construir esta barca a vela para ella en señal de acercamiento -dice Visone-. Ella ya estaba muy enferma y murió antes de que el velero se botara. Pobrecita, no llegó a poner un pie en él.” Imposible rastrear registros históricos sobre el supuesto encargo. En la partida de nacimiento del velero figura que fue encargado y construido en 1952 y que puso un pie en el agua el 27 de septiembre de 1953.
“En el archivo del Instituto Eva Perón y en la memoria de los familiares de Evita no consta ese hecho, ni en ningún testimonio posterior -dice Pablo Adrián Vázquez, historiador y académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón-. Menos el hecho de un deterioro en su relación y que ello debiese ser compensado con un barco, amén que Eva falleció el 26 de julio de 1952.” Visone es esquivo a la hora de detallar cómo dio con Don Quijote y cuánto lo pagó. En 2014, el velero histórico figuraba entre las 130 barcas vip ofrecidas por un sitio online de venta de bienes lujosos -Markagain- como una esplédida barca a vela de época construida en Buenos Aires y botada en 1953 por orden de Eva Perón quien, según la reseña, murió a los 33 años en 1952 y no llegó a verla. “Visible en el puerto de Roma, está en venta por 300 mil euros (más iva)”.
El investigador e historiador Roberto Baschetti, un referente en el peronismo histórico, coincide con Vázquez: “Para mí esta idea del velero de Evita es una novedad. Ni de oídas ni de mentas sabía de este posible hecho”, dice.
Cuando lo compró, Visone lo llevó a Sorrento, al Antico Canitere del Legno di Giovanni Aprea, una eminencia en la restauración de embarcaciones de madera desde 1760. “Las condiciones en las que encontré el velero eran despiadadas. Estaba moribundo. Era un velero anónimo.El trabajo más grande ha sido el de quitar todo lo que le habían agregado, como aires acondicionados y hasta un baño, para mejorar su confort. No hemos agregado nada. Tenía soluciones técnicas que para la época eran muy avanzadas como el aparejo vélico.” “El Don Quijote es un velero que diseñó mi padre para un señor que se llamaba Sigal -sin doble ll- y que nada tenía que ver con Perón”, dice Germán Frers, hijo del legendario fundador que le dio nombre propio al estudio que aun hoy es considerado pionero y líder en diseño de yates.
Frers padre había tenido un astillero propio junto a su primo Ernesto Guevara, papá del Che, pero un incendio sin seguro que lo cubriera aniquiló el proyecto y la sociedad entre parientes. “Sigal se murió hace unos años -dice Germán Frers hijo desde St. Tropez, donde está participando en una regata-. Además, Perón no era un hombre de mar.” David Sigal W. figura como el timonel del Don Quijote cuando ganó el premio General Benito Nazar, en 1954. El Don Quijote fue modificado entre 1963 y en 1979. Su tercer dueño, Felix Cordoba Moyano, sustituyó el módico amoblamiento original y lo transformó en un crucero: los dos mástiles de madera fueron sustituidos por dos de metal. “Tenía solamente estos mástiles bellísimos, que se veían aún, pero que estaban percudidos por el sol. El velero estaba completamente quemado, además tenía un pozo hecho con la rueda del timón, y le habían cambiado completamente el concepto de velero -cuenta Visone-. Tenía, con todo el equipamiento que le habían puesto, 4.000 kilogramos de más, que lo ponían fuera de su eje. Ahora flota perfectamente. Le restituímos su dignidad.” Sigue su actual dueño: “Este es un velero espartano, con la filosofía del yachting de los años ’50. Ahora lo recuperamos y pensamos competir en regatas, primero por el Mediterráneo, y luego veremos. Esta barca cruzó el Atlántico cinco veces, porque luego de Evita la tuvo un médico brasileño que vivió en ella hasta el ’92, e iba y venía entre Brasil y Argentina.” En 1993 cambió de dueño y fue llevado a Italia. Pasó nueve meses en el Astillero Beconcini donde fue reestructurado completamente con los distintos tipos de madera argentina que había utilizado Frers.
En 1994 participó por primera vez de la tradicional regata de veleros de época que se celebra todos los años, desde 1986, en Imperia, una ciudad preciosa de Liguria, algo opacada por la fama de su vecina San Remo, aunque bellísima. “La restauración costó muchísimo, más de lo que pagué por el velero -dice Visone. Unas cuatro veces más que el precio de la de la barca. Pero la señorita lo merecía. Espero poder llevarla pronto a Buenos Aires.” En los archivos del Yatch Club Argentino, de los 5.669 números de vela registrados, el Don Quijote tiene el 346. En el puerto de Acciaroli, en Cilento, allí donde Visone pasa sus vacaciones en familia, el Don Quijote despliega su A346 estampado en la vela y Enzo, el joven napolitano que maneja el velero y se ocupa de las cuestiones domésticas -tiene cocina, hornallas, horno, heladera y hasta tomacorrientes de 12v- iza la bandera argentina.
Colegas, vecinos y curiosos se acercan a la amarra para chusmear “la barca de Evita Perón” restaurada con maderas originales, opacas, que Visone sólo deja pisar a quien suba descalzo. Visone admite que no se documentó para nada sobre la veracidad de la historia del encargo de Perón para Eva. Nadie, hasta esta crónica, lo había desmentido. Mejor dejar rodar una más de las leyendas peronistas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario