Historia. A
casi 32 años del desembarco en las islas, un experto define 1966 como un
momento clave en las relaciones con Inglaterra, nunca capitalizado para la
reivindicación de los derechos argentinos.
POR FEDERICO LORENZ*
Clarin
1966. Aparece como un "año
0" para la causa Malvinas.
En 1966 apareció
una de las obras argentinas más completas sobre las Islas. La Historia completa de las Malvinas,
de José Luis Muñoz Azpiri (un diplomático de carrera, a cargo durante años del
archivo histórico de la
Cancillería argentina), fue presentada por Editorial Oriente
como un esfuerzo por “servir al perfeccionamiento y a la recuperación
nacionales”. La editorial, especializada en “temas nacionales”, ofrecía una
obra sobre un tema “inscripto en el corazón argentino”. No obstante, el
“Prólogo” de la obra destacaba que una encuesta realizada por la editorial
arrojaba un dato preocupante: pese a ser una causa nacional, el tema Malvinas
“es escasamente conocido”. La
Historia completa de Azpiri, pues, achicaría la brecha entre
la unidad nacional que propiciaban las Malvinas y el desconocimiento acerca de
ellas, en un contexto diplomático muy favorable para el reclamo argentino por
Malvinas. Un año antes, en 1965, la Organización de Naciones Unidas (ONU) había
aprobado la Resolución
2065 (XX), que reconocía la existencia de una disputa de soberanía con Gran
Bretaña, e invitaba a ambos países a negociar una solución pacífica.
El gaucho y los
cóndores
También en abril de 1966la Academia Nacional de la Historia (ANH), en
respuesta a un pedido de asesoramiento del Poder Ejecutivo, dictaminó que no se
podía probar que Antonio Rivero y sus compañeros se habían alzado contra los
ocupantes ingleses de Malvinas por motivos patrióticos. La consulta se debía al
pedido de autorización para construir un monumento que evocara la resistencia
del gaucho. Desde ese momento a la fecha la figura del gaucho Rivero genera
controversias. Algunos ven en ellos un gesto de defensa de la soberanía
argentina, y otros una mera matanza originada en las difíciles condiciones de
vida en las islas empeoradas por la agresión inglesa.
También en abril de 1966
Los historiadores
revisionistas cuestionaron duramente el dictamen de la ANH. Para esta corriente
histórica y política, Antonio Rivero es un símbolo poderoso: un gaucho
(encarnación de la argentinidad) fuera de la ley por enfrentar los abusos de
los patrones (los asesinados, extranjeros, eran administradores de Vernet) que
resiste al invasor allí donde el gobierno porteño ha claudicado. El rastro de
Rivero y sus seguidores se pierde en Montevideo, donde los ingleses les
facilitaron la fuga, lo que agrandó la leyenda: algunos plantean que Rivero
murió como soldado federal en la
Vuelta de Obligado (1845). Esto coronaría el mito: el
resistente en Malvinas, muerto en batalla contra la flotilla anglo francesa que
intentaba forzar el paso de las aguas del Paraná.
Puesto que el
revisionismo se erigía como la visión alternativa y “verdadera” por oposición a
la historia “oficial”, “liberal” y “mitrista” (encarnada en la ANH ), las disputas por Rivero
no eran sólo sobre Malvinas. Los “modelos” en pugna en la década de 1960
encontraron en la historia del gaucho otra divisoria de aguas, potenciada
porque también fue leída en la clave de la proscripción del peronismo.
Esto tal vez
explique por qué el 28 de septiembre de 1966, un comando secuestró un avión de
Aerolíneas Argentinas y lo desvió a Malvinas. Desde hacía tres meses, el
dictador Juan Carlos Onganía gobernaba la Argentina. En ese
contexto, un grupo nacionalista y peronista planificó el primer secuestro aéreo
de la historia, al que bautizó “Cóndor”. Su líder, Dardo Cabo, un militante de
la resistencia peronista, invitó al vuelo al director del diario Crónica,
Héctor Ricardo García, garantizándole una importante primicia.
En la mañana del
28, los kelpers se acercaron al avión inmóvil en su hipódromo (no había pista
aérea), del que saltaron los militantes armados, que les entregaron una
proclama en inglés y los tomaron como rehenes. Plantaron siete banderas
argentinas y rebautizaron a la ciudad como “Puerto Rivero”, en honor al gaucho
mítico, pero fueron rodeados por la milicia de defensa local, y tuvieron que
atrincherarse en el avión. Finalmente, el “Grupo Cóndor” liberó a los rehenes y
entregó sus armas al comandante del avión argentino. El 1° de octubre fueron
embarcados en un barco de la
Armada argentina, y ni bien se alejaron de la costa de
Malvinas (y de las autoridades inglesas) fueron apresados.
Según la Historia completa de
Muñoz Azpiri, publicada en 1966, la causa Malvinas era tan fuerte como
escasamente conocidas las islas. La adhesión no era homogénea, como prueba la
controversia nacida ese año en torno a la figura de Antonio Rivero. Que meses
después un comando peronista bautizara con su nombre a la capital de Malvinas,
muestra tanto el peso de esos símbolos como que la salida violenta era parte
del repertorio político de la época. Es emblemático que en 1982 la dictadura,
con el nombre de “Puerto Argentino”, anulara el intento hecho desde el diario
Crónica por reinstalar el nombre de Puerto Rivero para la capital de las islas
recuperadas. También, que años antes, asesinara con la “ley de fugas” a Dardo
Cabo, que del nacionalismo de derecha había pasado a militar en Montoneros.
1966 aparece como
un “año 0”
para la causa Malvinas. Todas las opciones estaban ahí: un exitoso frente
diplomático, la adhesión emotiva a la causa, el recurso de la fuerza.
Retrospectivamente, con una guerra de por medio y una situación que si no es de
retroceso es al menos de estancamiento, no deja de ser dolorosamente
sorprendente. Y un recordatorio acerca de la idea de Pierre Vilar de que la Historia debe enseñarnos
a leer los periódicos.
*Historiador. Autor de “Todo lo que necesitás saber sobre
Malvinas” y “ Unas islas demasiado famosas. Malvinas, historia y política”.
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